Las mujeres desde siempre han trabajado, aportando a la economía y traspasando las fronteras que les impone la cultura, no obstante, han estado limitadas a unos ciertos trabajos y han tenido que batallar para desarrollarse laboralmente en campos que se consideran prohibidos para ellas.

Las mujeres han dejado de ser sólo amas de casa para convertirse en generadoras de dinero para la manutención de sus familias. Es por ello que en Cuerpos Sin-Vergüenzas platicamos con dos mujeres que comparten cómo es la vida de una mujer que ejerce un trabajo no tradicional.

Mujer al volante

Gilma Cisneros empieza su rutina a las cuatro de la madrugada haciendo los chequeos mecánicos necesarios a su vehículo por su seguridad y la de sus pasajeras/os.

Desde las seis de la mañana hasta as dos de la tarde realiza su recorrido por las calles de Managua, jugándosela de mecánica cada vez que el vehículo le presenta alguna falla en plena jornada de trabajo. Comparte que hay días en los que le va muy bien, pero otros en los que ni logra reponer lo invertido en combustible.

El doble rol de las mujeres

Gilma, como muchas mujeres, también se enfrenta al doble rol, teniendo también que asumir responsabilidades como madre y cuidadora de su hogar. Comparte que a las diez de la noche todavía está apoyando a su hija con las tareas escolares.

Esta mujer taxista refiere que por realizar un trabajo considerado que es solamente para hombres, ha enfrentado diversos conflictos de pasajeros/as que rechazan movilizarse en su taxi o que les parece injusta la tarifa que ella cobra por determinada carrera y por el hecho de ser mujer pretenden imponer su fuerza y hacerla sentir inferior, obstáculos que no detienen a esta mujer al volante, incluso otros taxistas también la han ofendido.

Mercadóloga de profesión

Gilma cuenta que por catorce años desempeñó el cargo de Gerenta de Tiendas para una corporación en Nicaragua, pero que al cerrar operaciones en el país, quedó desempleada. Luego trabajó en otra empresa en la que sufrió violencia laboral y acoso de parte de su jefe y fue cuando decidió dedicarse a  ser taxista.

El taxi lo había comprado cuando se desempeñaba como gerenta y otra persona lo trabajada, pero al enfrentar la dura realidad del desempleo decidió manejarlo ella. También comparte que esta medida de ser taxista surge como una necesidad de sufragar los gastos de su hogar y la educación de su hija, puesto que en la fase de desempleo también se separó de su pareja por sufrir de violencia, lo que describe como “una vida terrible”.

“Al inicio me daba pena”

Ya son dos años los que lleva Gilma como mujer al volante. Comparte que al comenzar le daba cierta pena, por desempeñarse en un trabajo que se cree que es solo de hombres, esto se lo reafirmaban incluso familiares y amigas. Sin embargo logró demostrarse que si tiene las aptitudes para desempeñarse como mujer taxista, para generar dinero mayor a un salario de oficina y gestionar mejor su tiempo.

“Las reinas del volante”

Gilma conversó que existe la idea de organizar una cooperativa de mujeres taxistas con el nombre “las reinas del volante”, pero que es algo que se está planeando aun. Esto reivindicaría el hecho que el oficio de taxista no es solo realizado por hombres, y además sería una alternativa para aquellas mujeres que tienen cierto temor a movilizarse, sobre todo de noche, en un taxi conducido por un hombre.

Nadie se imagina a una mujer bombera

Otra historia que se compartió en Cuerpos Sin-Vergüenzas es la de Sidney Molina, bombera voluntaria.

“Todo el mundo se imagina que un bombero es un hombre fuerte, rescatando gente entre las llamas. Nadie se imagina a una mujer rescatando a un hombre en un edificio en llamas y tampoco se imaginan a una mujer rompiendo una pared, ni tampoco sosteniendo una manguera como bombera, ese estereotipo es por las ideas que ya están preconcebidas en la cabeza”, relata Sidney Molina.

Sidney desde su cuartel donde es bombera voluntaria ha estado muy activa frente a la alerta roja extrema decretada en Nicaragua por los movimientos sísmicos en la zona pacífico del país. Ella cuenta que no es fácil ser bombera, sobre todo porque es un trabajo que se considera de hombres y porque las familias no siempre apoyan estas decisiones “la comunidad te necesita y el compromiso que uno adquiere con la población y la institución te hace cumplir con el deber”, manifiesta Sidney.

Desconfíanza por trabajar en un lugar lleno de hombres

Sobre lo que piensa su familia, Sydney expresa: “A mi esposo se le hace difícil aceptarlo, para él es muy duro que pase mucho tiempo fuera de la casa, porque el siente que abandono las tareas necesarias del hogar, tener preparada la comida como asistente de la casa, garantizar el aseo, preocuparme porque se fregó la plancha y comprar otra. Siento que él me reclama porque he perdido de vista los roles del hogar por dedicarme más a las tareas de ser bombera. Mi madre y mi esposo sienten que estoy en un lugar lleno de hombres donde una mujer corre riesgos de ser acosada, que hablen de ella porque se toma fotos solo con hombres, es difícil confrontar a la familia y hacer algo que te gusta”.  

A pesar de las fuertes críticas que recibe por ejercer un trabajo no tradicional para las mujeres, Sydney cree que debe cambiarse la mirada sobre los roles impuestos a las mujeres, y que esto es un reto compartido donde tanto hombres como mujeres deben asumir una corresponsabilidad “las parejas deben luchar por romper esos mitos”, comenta la bombera voluntaria.

Reflexiones finales

Las experiencias de Sidney y Gilma son el reflejo de la cultura en la que vivimos, que aún considera a las mujeres y a los hombres como personas completamente distintas y cuyas funciones en la sociedad deben estar separados. A pesar de estas barreras, muchas mujeres se han revelado y han decidido trabajar en lo que les gusta, aunque sean trabajos considerados para hombres.

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