SOMOS MUJERES DE CARNE Y HUESO
En sociedades machistas y patriarcales como Nicaragua, el trabajo sexual es visto como un trabajo vergonzoso y denigrante, y las mujeres que lo realizan son expropiadas de su dignidad y sus derechos. En Nicaragua, América Latina y el mundo, existen mujeres organizadas que luchan porque el trabajo sexual sea reconocido como tal, y sea incluido en el conjunto de regulaciones públicas como la seguridad social y acceso a los sistemas de salud, entre otros.
En nuestra reciente edición Cuerpos Sin Vergüenzas conversamos con la activista feminista Bertha Massiel Sánchez, autora del estudio “Apuestas políticas de las trabajadoras sexuales organizadas y su conexión con el feminismo en Nicaragua” y María Elena Dávila, Coordinadora nacional de la Red de Trabajadoras Sexuales de Nicaragua, que forma parte de la Red de Trabajadoras Sexuales América Latina y El Caribe.
Mujeres transgresoras
Bertha Massiel expone que en Nicaragua se registra un promedio de 15 mil trabajadoras sexuales y las define como “mujeres que rompen el mandato machista y patriarcal”, en tanto que son mujeres que obtienen dinero a cambio de relaciones sexuales, es decir un intercambio comercial sin sentimiento amoroso, ni fines reproductivos de por medio.
Algunas problemáticas
María Elena detalla entre algunas de las problemáticas de las trabajadoras sexuales en Nicaragua, la violación a derechos humanos en bares y Night Clubs y que a muchas compañeras en sus familias les quitan mediante instrumentos legales a sus hijas/os por ejercer este trabajo.
Los crímenes contra trabajadoras sexuales es otra problemática en cuanto a términos de seguridad. María Elena comentó que se registran 13 compañeras víctimas de femicidio y ante este riesgo la recomendación es que siempre estén acompañadas y comunicadas entre sí.
Bertha Massiel y María Elena coinciden en que otro de los grandes obstáculos que enfrentan las trabajadoras sexuales es la confusión entre trata de personas y este oficio, y que esto las expone a más estigmas, “nosotras elegimos serlo, consientes, libres, voluntaria y autónomamente”, enfatiza María Elena para diferenciar el delito de la trata con el trabajo sexual.
Feminismo y trabajo sexual
Bertha señala que se ha debatido poco sobre trabajo sexual dentro del movimiento amplio de mujeres y feministas de Nicaragua y que existen posturas diversas. Por un lado, hay quienes hablan de la importancia de la legalización y que es un trabajo libremente elegido, pero también existen perspectivas donde se coloca a las trabajadoras sexuales como víctimas del sistema patriarcal.
Esta diversidad de posturas conlleva a que la demanda de las trabajadoras sexuales de la legalización de esta forma de trabajo en Nicaragua, no esté explícita en la agenda feminista, y que aunque existe articulación de la Asociación Girasoles y Golondrinas con organizaciones feministas, todavía esas alianzas no se han traducido en un debate amplio, añade Bertha Masisie.
A pesar de que existen distintos puntos de vista, María Elena dijo que han logrado tener acercamiento con organizaciones feministas y que estas corrientes teóricas y experiencias compartidas han aportado a reconocer que “como mujeres tenemos los mismos problemas ¿Por qué estar separadas?”.
El camino por recorrer
María Elena destaca que las trabajadoras sexuales están presentes en varios espacios de la sociedad civil, sin embargo hace falta transformar ideas tanto en la sociedad en general como en el movimiento feminista amplio en Nicaragua porque como menciona “no somos víctimas sin capacidad de decidir”, e insta a colocar en la agenda feminista la regulación del trabajo sexual autónomo.
Bertha Massiel llama a reflexionar sobre la histórica consigna feminista “Mi cuerpo es mío” para darle vuelta al estigma sexual sobre los cuerpos de las mujeres que deciden libremente el intercambio sexual remunerado.
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