En esta edición de Cuerpos Sin-Vergüenzas hacemos una apuesta por la construcción de la memoria histórica de los caminos del feminismo en Nicaragua.
También homenajeamos a feministas que se han despedido de nosotras y que nos han dejado un legado en la construcción del movimiento de mujeres y feministas de nuestro país. Desde el relato de Olga María Espinoza, miembra y fundadora del Comité de Mujeres Rurales, podemos escuchar de los aportes de Cristina Rodríguez, lideresa comunitaria sindical y feminista.
En cabina nos acompañó Klemen Altamarino, quien conversó con nosotras sobre las motivaciones que llevaron a las mujeres en los años 80’s a organizarse para cuestionar los poderes patriarcales, demandar derechos humanos de las mujeres y reconocerse como feministas.
Las mujeres en la revolución sandinista
Klemen expresa que los años de la revolución sandinista las mujeres que se pronunciaban en defensa de derechos de las mujeres, eran catalogadas de hacer “diversionismo ideológico”, es decir, “estábamos hablando de cosas que no eran importantes”, detalla.
Relata que en ese momento las mujeres no tenían una definición de movimiento, sino que era “un juntar de voluntades”. Destaca que la conformación de las Casas de la Mujer AMLAE, fueron un espacio para hacer un reclamo de autonomía y además de capacitación para fortalecer discursos.
La derrota del FSLN
Con la pérdida del poder del FSLN, Klemen comenta que surge la reflexión en las mujeres sobre qué tanto podía beneficiar estar en lo político partidario y qué tanto les beneficiaba trabajar desde las redes de mujeres distantes de un proyecto revolucionario que no les dio espacio a las mujeres.
Señala que en la década de los 90’s es posible el Primer Encuentro Nacional entre Mujeres llamado “Unidas en la diversidad”, donde se crearon comisiones de trabajo sobre violencia, sexualidad, educación, entre otros temas, asimismo el primer Comité Nacional Feminista.
Desafíos en los caminos del feminismo
Altamirano enuncia que la lucha de las mujeres y feministas sigue siendo lograr una autonomía real, juntar voluntades, enfrentar rupturas y tensiones dentro del movimiento feminista, establecer puentes entre feministas adultas y feministas jóvenes así como la diversificación de los cuerpos.