Una edición en el marco de nuestra campaña: Ser violento te hace menos
El acoso sexual callejero constituye una expresión más de la violencia machista que se manifiesta sobre los cuerpos de mujeres de todas las edades. Solo en Managua 9 de cada 10 mujeres aseguran haber enfrentado este tipo de violencia según datos del Observatorio contra el Acoso Callejero (OCAC-Nicaragua).
En esta edición de Cuerpos-Sin Vergüenzas continuamos profundizando en las causas estructurales de la violencia machista y para ello nos acompañaron en cabina Estrella Lovo, activista feminista e investigadora de las repercusiones del acoso sexual callejero y Morgana Rodríguez, quien recientemente denunció públicamente una situación de agresión sexual que vivió en una unidad de transporte.
Acoso sexual callejero no es enamoramiento
Estrella comparte que cuando se habla de acoso sexual callejero es importante diferenciarlo de “enamoramiento” puesto que este tipo de violencia tiene una evidente connotación sexual “la cultura de la violación ha hecho que se justifique el acoso sexual”, enunció.
Afirma que al considerar al acoso callejero como parte de la cultura, esto impide verlo como violencia. Sostiene que este tipo de agresión ocurre bajo una lógica de relación de poder “se reafirman los hombres dueños del espacio público”, comenta.
Existen diversas formas de manifestación: el acoso gestual verbal y el acoso físico que incluye persecuciones que pueden terminar en abuso sexual. A pesar de lo grave que resulta esta violencia machista, los hombres tienen la percepción que el acoso sexual es una manera de entretenimiento, explica Estrella, agregando que los hombres reafirman su hombría en la medida que marcan estatus de poder frente a otros coetáneos.
Estrella nombra como “complicidad patriarcal” el hecho que hayan muchos hombres que apoyan al acosador y culpabilizan a la mujer.
Denuncia pública
El primero de septiembre la joven Morgana Rodríguez hizo una denuncia pública desde las redes sociales virtuales al sufrir acoso sexual en una unidad de transporte y las autoridades policiales actuaron en completa complicidad con el agresor sexual.
Morgana relata que esa tarde regresaba a casa en la ruta 133 y que en el sector de Linda Vista en Managua comenzó a sentir que un hombre se acercaba demasiado a ella y notó que este hombre hacia evidentes gestos de excitación sexual mientras rozaba sus genitales en su hombro, aprovechando que la ruta venía llena.
Al bajar de la ruta este agresor sexual también lo hizo, ella comenzó a pedir ayuda al sospechar que podía darle persecución. Trabajadores de la Alcaldía llamaron a una patrulla policial y en la estación policial le hicieron preguntas como “¿Estás segura que vas a denunciar?”
En la estación de policía le aseguraron que se trataba de una “agresión leve”, llamaron al agresor como “moclín”, “enfermo”. Morgana asegura que no querían levantar la denuncia y que a ella le dijeron “alborotista”. No ofrecieron más opciones que firmar una mediación y aunque ella se opuso rotundamente, le dijeron que firmara, solo podían dejarlo detenido dos días; sin embargo, la joven denunciante vio libre a Arnulfo Antonio Martínez, el agresor sexual, antes que pasara ese tiempo.
No nos podemos quedar calladas
Estrella afirma que sí es un delito grave que un hombre realice actos lascivos o tocamientos a otra persona sin su consentimiento y que está contemplado en el Código Penal Nicaragüense. Manifiesta que no se trata de un trastorno mental o enfermedad, que quien comete esta forma violencia está ejecutando un delito y se debe actuar siempre que ocurra.
Morgana y Estrella instan a que otras mujeres que pasen por estas situaciones a que no se queden calladas, que denuncien por las vías a las que tengan acceso porque evidenciarlo es también una forma de defensa. Instan a que se rompa con la “complicidad patriarcal”, a la sororidad entre mujeres y “defendernos en manada”, apunta Estrella.