Hace 38 años, un 24 de marzo de 1980, miles de mujeres y hombres nicaragüenses partieron hacia los más recónditos lugares del país para hacer realidad la Cruzada Nacional de Alfabetización (CNA), la cual logró en tan solo un año, reducir el analfabetismo que durante el somocismo alcanzó hasta el 50 % de la población nicaragüense.
La Cruzada Nacional de Alfabetización es probablemente el gesto más hermoso de la revolución, sobre todo porque reunió a miles de hombres y mujeres en un verdadero acto de solidaridad y de justicia. Las mujeres que participaron masivamente en la Cruzada desmienten muchos mitos acerca del lugar de las mujeres en la revolución.
Precisamente de eso hablamos en esta edición de Cuerpos Sin-Vergüenzas. En cabina nos acompañaron dos mujeres que tuvieron diferentes roles dentro de la CNA: Nubia Rocha, oficial de proyectos de educación en la organización Horizonte 3000 y María Esther Quintana, psicóloga especialista en género y derechos de la niñez.
“Les dimos la palabra escrita y ellos lecciones de vida”
Nubia Rocha tenía 21 años cuando decidió participar en la Cruzada Nacional de Alfabetización. Acoyapa y Puerto Cabezas fueron los municipios en donde convivió como técnica de la CNA. Para ella aportar a un proyecto social fue una “misión cumplida”, también “cuestión de justicia”, “democratizar el saber”, “pagar una deuda” con quienes no tuvieron las mismas oportunidades.
“Nos dieron más de lo que les dimos”, dice Nubia al hablar de su experiencia en este proyecto revolucionario, y agrega “les dimos la palabra escrita y ellos lecciones de vida”. Muy emocionada ella comparte que la CNA fue “efervescencia y anhelo de cambio, un deber colectivo, masivo (…) nos marcó para asumir responsabilidades grandes en la revolución y la vida cotidiana, en lo público y lo privado. Se forjó nuestro carácter”.
Nubia resalta que en la CNA se involucraron universitarios/as pero también obreros, amas de casa y muchos otros sectores, alcanzó reconocimiento a nivel internacional, sumándose brigadas de Latinoamérica y otras partes del mundo. Esto para ella fue una demostración de capacidad organizativa, motivación y movilización en el marco de una “gesta increíble”, afirma.
Ella destaca la participación de las mujeres, quienes asumieron roles de jefatura de escuadras, pelotones y brigadas.
“Nos dimos cuenta que teníamos derecho a participar”
María Esther tenía 20 años en 1980, año de la Cruzada Nacional de Alfabetización. Para ella, la CNA juntó a un montón de jóvenes que les permitió reconocer y redescubrir la pobreza, “reconocer a los otros (…) otra Nicaragua que no conocíamos”, dijo.
Ella se desempeñó como jefa de escuadra en Waslala. Al hacer un recuento de lo que para ella significó ser parte de la CNA menciona que les acompañó la idea de enseñar, de reconocer los derechos de la población campesina, condenados a la pobreza y marginación en la dictadura somocista.
La CNA les permitió cuestionarse privilegios de clase, romper con el yugo familiar, tomar decisiones propias, sobre todo a las mujeres; representó un puente entre la población urbana y rural, reconocimiento y también reencuentro, amistad y fraternidad, recuerda María Esther.
“Nos dimos cuenta que teníamos derecho a participar”, dice sobre lo que constituyó para muchas mujeres asumir roles de liderazgo dentro de la CNA. Desde la mirada de María Esther, esta “gesta espontánea, auténtica”, fue para muchas mujeres, una declaración de autonomía.
Les invitamos a escuchar y descarga esta edición de Cuerpos Sin-Vergüenzas y conozcan más sobre las experiencias de Nubia Rocha y María Esther Quintana, que como muchas otras mujeres, tuvieron participación dentro de la Cruzada Nacional de Alfabetización.