Cerrá los ojos e imaginá por un momento que estás en Nicaragua, sos una ciudadana o un ciudadano nicaragüense que sabés que tenés derechos, que podés caminar libremente por las calles, los pueblos, las comarcas de tu país. Sos libre de caminar tomado de la mano de tu pareja, podés formar una familia, lograste estudiar y hasta formaste parte del equipo de béisbol o de softbol de tu barrio.
Ahora cerrá los ojos e imaginá que naciste en Nicaragua, y que desde ese momento te han dicho cómo deben ser los hombres o las mujeres. Imaginá que te han dicho hasta el cansancio “portáte como hombre”, “eso no hace una señorita”, porque tu cuerpo y tu mente no pueden ni quieren cumplir con lo establecido por la sociedad, las escuelas, los medios de comunicación, los políticos, los curas y pastores de las iglesias.
Imaginá que sos una niña o un niño, te están insultando en tu casa “enderezá esa mano, aquí nadie es manito quebrada”, “en mi casa te prefiero puta que cochona”; la iglesia te aterroriza “te vas a ir al infierno”. Imaginá ahora que sos adolescente, sos mujer, pero la gente te ve como hombre, tenés que ir a un centro de salud, te llaman por el nombre que aparece en tu cédula y que a vos no te gusta porque no dice quién sos, todos te voltean a ver, escuchás el cuchicheo, ves la mirada burlona de enfermeras, escuchás el comentario soez del médico de turno. Decidís salir corriendo, no vas a volver, aunque tu salud esté en riesgo.
Imaginá que estás en la escuela, te encerraron en el baño de hombres porque te gusta jugar fútbol y eso no es para mujeres, te empujan, te insultan, te golpean, te van a enseñar cómo se compone una mujer. Gritás. Nadie te ayuda. Cerrás los ojos y pensás en tu último viaje al mar. Silencio. Estás sola, arreglás tu ropa. No querés volver a la escuela, te escondés, no participás en los juegos, no volvés a ese lugar.
Ahora imaginá que vas a solicitar un trabajo porque ya es tiempo de gestionar tu vida de manera autónoma. Entregás papeles, accedés a la entrevista, te observan de pies a cabeza. Hiciste una buena entrevista, pero te “sugieren” que te cortés el cabello, mejorés tu imagen y cierran con un “aquí respetamos a la gente, pero por favor no seás tan evidente”. Te preguntás a qué evidencia se refiere.
En este momento, en Nicaragua hay miles de lesbianas, bisexuales, mujeres y hombres trans, homosexuales, cuerpos no binarios, que no necesitan cerrar los ojos para imaginarse todas estas escenas de discriminación y de violencia, porque éstas forman parte de sus vidas cotidianas; porque a fuerza de repetirse en todos los lugares, se ha naturalizado y justificado e incluso se ha considerado una señal de decencia y buenas costumbres.
Hay miles de nicaragüenses cuyos talentos y capacidades han sido despreciados y desperdiciados gracias a los prejuicios y estigmas que se ciernen sobre sus cuerpos. Su propia humanidad ha sido puesta en cuestión por quienes no logran entender la riqueza de la diversidad y el valor de la libertad. El Programa Feminista La Corriente desde hace más de una década, ha promovido diálogos entre cuerpos disidentes, para reconocernos, acuerparnos y construir propuestas conjuntas que nos permitan no solo hacerle frente a la discriminación, sino reafirmarnos como portadores de derechos.
El activismo de lesbianas, homosexuales, bisexuales, trans y cuerpos no binarios, ha jugado un papel relevante durante la crisis sociopolítica que vive el país, pagando por ello un alto costo que incluye cárcel, persecución y exilio forzado; también hemos sido receptores del peso de la discriminación por parte de quienes se dicen defensores de la democracia.
Y es que las dictaduras no solo se instalan en el Estado, y aunque sin armas de guerra que se puedan ver a simple vista, están ancladas en una cultura que norma, vigila y sanciona cualquier tipo de transgresión al género binario, a la heterosexualidad, a la familia nuclear, al deseo normado.
Hemos oído con asombro toda clase de insultos y amenazas que vienen no solo de los fundamentalistas religiosos, sino de dirigentes políticos viejos y jóvenes, que no logran entender la relación que existe entre libertad, diversidad, inclusión y democracia.
Este documento resume las reflexiones y propuestas que activistas LGTBI hemos construido de forma colectiva, a pesar de las múltiples limitaciones que impone la crisis política, económica y sanitaria que vive nuestro país. Para la elaboración de esta agenda conjunta se priorizaron cuatro ejes temáticos que se corresponden con necesidades urgentes de la población LGTBI, a saber: El derecho a vivir libres de violencia; derecho a una educación integral; derecho a servicios públicos de salud; y derecho a empleos dignos.
Este nuevo esfuerzo por exponer las demandas de la población LGTBI, constituye un insumo para dar continuidad a las acciones de incidencia social y hacia el Estado, desde este lugar de ciudadanía que reafirmamos a pesar de todos los poderes que pretenden colocarnos en los márgenes.
Estamos convencidas de que un verdadero proceso de democratización en este país del que somos parte, solo será posible mediante un diálogo que permita el reconocimiento e inclusión de todas las ciudadanías.