La mayoría de países centroamericanos comparten una larga historia de violencia. La emergencia de dictaduras y regímenes autoritarios, las guerras civiles que cobraron miles de vidas, la ausencia de una cultura democrática que ensancha cada vez la brecha entre derechos formales y derechos efectivos, constituyen un círculo vicioso que nos mantienen en un eterno estado de crisis.
Las mujeres centroamericanas no hemos sido ajenas a estas crisis, tanto como víctimas de conflictos armados, como defensoras de los derechos humanos, de la justicia y de la paz. Los primeros colectivos feministas surgidos durante la década de los 70, tenían como objetivo principal denunciar las violaciones de derechos humanos perpetrados por los dictadores de turno y demandar el cese de la represión.
Durante la década de los 80 y primera parte de los 90, estos colectivos feministas dieron valiosos aportes a la construcción de acuerdos de pacificación que al menos en términos formales representaron una esperanza de sentar las bases para la pacificación y democratización de nuestras sociedades.
Sin embargo, nos encontramos en un escenario de retorno de gobiernos autoritarios que no vacilan en recurrir a la supresión de derechos y libertades para perpetuarse en el poder, incluyendo el uso del estado para favorecer los intereses de las élites económicas y militares.
En Nicaragua, la instalación de una nueva dictadura protagonizada por Daniel Ortega y Rosario Murillo, nos ha regresado a los tiempos del somocismo. Asesinatos, torturas, cierre toral del espacio cívico, persecución y exilio forzado vuelven a ensombrecer el presente de nuestro país.
En este podcast conversamos con dos feministas nicaragüenses de distintas generaciones sobre los aportes de un movimiento que a lo largo de cinco décadas ha demostrado no solo una enorme capacidad de resistencia en contextos adversos como en la actualidad, sino, una vocación unitaria en la defensa de la democracia.