REPUDIAMOS LA VIOLENCIA MACHISTA
Entrevista con Norma Vázquez
Por Cristina Arévalo Contreras
Norma Vázquez se define como feminista, mexicana de nacimiento y residente en Bilbao desde hace 16 años. Es psicóloga, terapeuta y como tal se dedica al trabajo de atención a mujeres que han sido víctimas de violencia, pero que también han sufrido otras circunstancias dolorosas en sus vidas.
Su vínculo con Centroamérica data de finales de la década de los 80 mientras trabajaba en CIDHAL (Comunicación, Intercambio y Desarrollo Humano para América Latina) desde donde en conjunto con feministas centroamericanas exiliadas en México, desarrollaron un programa para capacitar a mujeres líderes que empezaban a organizar grupos feministas en la región.
Con estos grupos comenzó a trabajar en distintos temas de la agenda feminista incluyendo la sexualidad; posteriormente se centró en la violencia a partir del abordaje de las repercusiones de la guerra en la vida de las mujeres salvadoreñas. Entre los años 92-98 vivió en este país al cual sigue vinculada de corazón y por razones de trabajo.
Hace unos días estuvo en Managua y tuvimos la fortuna de escucharla en un seminario organizado por el Programa Feminista La Corriente, para analizar las causas estructurales de la violencia hacia las mujeres, en el cual participaron activistas del movimiento de mujeres/feminista de Nicaragua.
A pesar de trabajar en un ámbito que resulta doloroso y frecuentemente desgastante, Norma mantiene un cierto optimismo, consciente de que no verá el fin de la violencia, pero espera “que no pasen más de diez de generaciones sin que esto se termine”.
¿De qué se habla cuando nombramos la violencia contra las mujeres?
Se habla de muchas formas de violencia. Hace 25 años en México cuando empezamos a trabajar el tema de la violencia, nuestra atención se centraba en las agresiones sexuales, -la violación en el Código penal estaba menos castigada que el robo de una vaca-; hicimos e impulsamos la primera legislación contra el acoso sexual en el ámbito laboral. Durante mucho tiempo estuvimos trabajando esas formas de violencia que con el paso del tiempo se han centrado muchísimo más en la violencia en la pareja.
Cuando hablamos de violencia, aunque ahora se identifique con lo que ocurre en la pareja heterosexual porque ciertamente es una de las manifestaciones más frecuentes, hablamos de las distintas expresiones de violencia que se dan en el mundo y que tienen un significado.
Cuando yo hablo de violencia machista, pretendo hablar de todas las formas que se dan en todos los lugares, contra todas las personas que rompen con los estereotipos del sistema sexo-género-sexualidad, transgreden esos roles y con su cuerpo, sus prácticas y sus deseos, enfrentan esa forma patriarcal de limitar nuestras posibilidades. Yo hablo de violencia como una manifestación de poder de quien puede y quien lo tiene para atacar, por un lado a estos cuerpos rebeldes y por otro lado las mujeres.
¿Por qué se habla de violencia machista, violencia sexista y violencia contra las mujeres?
Interesa mucho despolitizar este tema. Los gobiernos suelen hablar de violencia doméstica y ahí meten todo; y tú hablas de la violencia que sufren las mujeres y entonces dicen que los viejitos, los niños y también algunos hombres son maltratados. Entonces la violencia doméstica tiene ese significado de despolitizar.
La violencia de género en su día fue un concepto más analítico que ayudaba a ver la violencia contra las mujeres por razones de género, pero que ahora lo escucho tanto hacia hombres como hacia mujeres por razones de género. A medida que la lucha contra la violencia va tomando fuerza, hay un interés político de restarle fuerza y por eso cuando la violencia de género se empieza a usar indistintamente -y lo ves por ejemplo en documentos de agencias de cooperación-, cuando hablan de violencia de género contra los hombres, todo el concepto pierde fuerza política.
Porque cuando hablamos de la violencia machista o sexista hacemos énfasis en el carácter estructural de la violencia, no solamente de quien la ejerce, cómo se ejerce, sino de su carácter estructural; por qué la violencia contra las mujeres y contra todos los cuerpos rebeldes es funcional para el sistema, porque de esa manera mantiene la amenaza y el miedo.
Yo creo que la violencia machista o sexista no se va a asimilar por los distintos gobiernos, porque ponen el énfasis en la causa y resultan muy provocadores; pero muchos de ellos han aceptado y legislado violencia de género, violencia doméstica; aunque las definiciones no tienen nada que ver con lo que muchas feministas que estaban en organismos internacionales habían peleado; van siendo asimiladas algunas de las ideas del movimiento feminista por parte de los estados, pero se van desvirtuando.
¿Qué lugar ocupa o debería ocupar la lucha contra la violencia sexista en la agenda feminista?
Pareciera que sobre este tema no hay controversia; aparentemente todo mundo está en contra pero no es verdad, es una trampa. Nadie te va a decir: “Yo estoy a favor de la violencia”, como sí dicen “Yo estoy en contra del aborto”. La iglesia y los grupos más ultraderechistas te van a decir que están en contra del aborto, pero no que están en favor de la violencia.
Eso es la primera frase, luego rascas y empiezan los peros: pero es que las mujeres de hoy, pero es que los valores, pero es que… Ahí te das cuenta que no todo mundo está en contra de la violencia con la misma fuerza. O comienzan, a decir: pero es que las mujeres también son agresivas, pero es que los hombres también sufren, pero es que los perros, los árboles. Y entonces la violencia empieza a combinarse con todo lo mal que está la sociedad.
En esta semana en España hubo un caso que tuvo mucho impacto mediático: una chica que acompañó a una amiga que había dejado a su novio y le pidió que la acompañara a recoger las cosas a casa del exnovio, pues las ha matado presuntamente él. Salieron muchos posts en distintas páginas, y hay uno que recuerdo que dice: “Algún día se atreverán a mirar todo el dolor y la desesperación que lleva a los asesinatos”. Es decir, inmediatamente hay gente que empieza a intentar explicar la conducta asesina que no tiene explicación; pero lo intentan explicar en la conducta de las mujeres.
Por eso te decía que si bien es un tema que el movimiento feminista ha logrado que ocupe un lugar importante entre las mujeres y a nivel de los estados (porque es un problema de salud y de seguridad); sin embargo, el movimiento en contra también crece con bastante virulencia y tiene mucho eco en el sentido de que, cuando aparece un caso de un hombre víctima de algún tipo de maltrato, llena mucho más portadas que todos los asesinatos de las mujeres. Hemos logrado ponerlo en un lugar central, pero las fuerzas en contra de las mujeres se han desatado y si bien no se atreven a decir: “Estamos a favor de la violencia o a favor de que las maten”; sí comenzamos a escuchar: “pero es que también ellas”, “es que también las mujeres”.
Por más declaraciones que hagan los Estados contra la violencia, si éstas no se concretan en medidas, dinero y leyes adecuadas, no están en contra de la violencia. Es políticamente correcto decir: “Estoy en contra de la violencia”, pero no hay realmente un compromiso de los estados en concreto para luchar contra la violencia; me atrevería a decir que de ninguno.
¿Las feministas nos hemos centrado en explicar el ciclo de la violencia; que otros aspectos nos ayudarían a entenderla?
Entender el círculo de la violencia fue una manera de entender lo incomprensible: ¿Por qué una mujer vuelve con el hombre que la maltrata? Eso no lo entendíamos y puede que ni lo sigamos entendiendo. Si bien intentamos entender la conducta de las mujeres, lo que yo creo que todavía no alcanzamos a desmigar es lo complejo de las relaciones hombres-mujeres, las relaciones afectivo sexuales en donde unos patrones de atracción, de elección y de relación están cruzados por muchas construcciones sociales de lo que debe ser, de lo que es bueno, de lo que es sano.
Todo mundo se considera con la capacidad de dar consejos, te dicen cómo actuar, qué debes hacer; pero a pesar de tanta denuncia del movimiento feminista, no hay una discusión científica de por qué sigue ocurriendo la violencia. Y ya no hablo solo de los feminicidios, que son el extremo; no hablo de las relaciones de pareja y sus ciclos; hablo del origen mismo de la violencia desde que se empiezan a establecer relaciones afectivo-sexuales y hablo también de la violencia que se ejerce en las escuelas, contra las niñas y niños más vulnerables, contra quienes son diferentes. Hasta que no empiezan los suicidios, no hay políticas adecuadas.
Las feministas hemos escrito cantidad de veces y en miles de formas explicaciones sobre el ciclo de la violencia, pero hay mucho más que eso para entender la dinámica de la violencia y sobre todo, para ver cómo actuamos en el tema de la prevención antes de que se dé, y cuando se ha dado y esa mujer requiere comprender lo que le está pasando para poder salir de la violencia.
¿Qué relación hay entre la sexualidad de los hombres y la violencia contra las mujeres?
Ninguna. Ese es uno de los tantos mitos. La violencia no es una cuestión de sexualidad, es una cuestión de poder. Hay quien maltrata y se excita con el daño que está causando; incluso hay normas sociales, culturas, normativas de lo intangible en la sociedad, que informa cómo deben ser las relaciones, que legitiman aquello de que no hay mejor polvo o sexo que el que se haga después de una pelea. Eso está legitimando de alguna manera la violencia y relacionándola con la sexualidad.
La sexualidad tiene que ver con placer, la violencia con control. ¿Qué placer hay en violar o agredir a una niña? Hay un placer de control, eso no tiene nada que ver con la sexualidad. Tiene que ver con la perversión, con el daño y no pasa por el pene de los hombres, ni por los testículos, sino que pasa por su cabeza el hecho de que pueden controlar y salir impunes.
Cuando hacía talleres en El Salvador y decían las mujeres: “lo que pasa es que a nosotras se nos va el deseo sexual con la regla, nosotras descargamos cada 28 días y como los hombres no descargan, tienen más deseo y por eso necesitan más actividad, y como la mujer no se los da, pues tienen que abusar de ellas”; de esta manera normalizaban el abuso en las parejas y no parejas, como si tuviera que ver con la sexualidad masculina.
Si yo fuera hombre estaría indignado con esta idea de que la sexualidad masculina es incontrolable y que no se pueden quitar el ardor de ninguna manera, si no es agrediendo de alguna u otra manera. La sexualidad es algo que podemos controlar, las mujeres lo hacemos y nos enseñan a hacerlo; los hombres también pueden aprender a hacerlo.
Es un mito que hay que desterrar de principio a fin, tiene que ver con el poder. Los talleres de violencia hay que darlos cuando hablemos de poder, de limitaciones de las mujeres para estar en el mundo, cuando hablemos del miedo, cuando hablemos de la seguridad; no cuando hablemos de sexualidad.
¿Y qué papel deberían jugar los hombres en la lucha contra la violencia hacia las mujeres?
Para mí tienen mucho qué hacer, pero no diciendo: “pobrecitos, ellos también son maltratados” y que “el patriarcado también los oprime porque no los deja llorar”; pues que hagan talleres para llorar y luego se pongan a trabajar en serio. Un masculinista me teorizaba la triple violencia que sufren los hombres: la violencia de otros hombres, la violencia del sistema, la violencia de las mujeres que esperan de ellos que las protejan; era como para llorar con él y decir “pobres hombres”.
Claro que ellos son también producto del patriarcado pero tienen capacidad de cambio y tendrían que jugar un papel más fuerte en decir: los hombres estamos en contra, no solo indignarse y decir: “yo soy hombre y no me identifico, porque no agredo”. Ya sabemos que no todos los hombres agreden, pero no sabemos distinguir qué hombre agrede y cuál no, porque no traen una etiqueta o una marca que los identifique.
En vez de indignarse y decir “por qué me tienen miedo, si no le voy a hacer nada”; tendrían que entender ese miedo, respetar y decir “yo me voy”; pero lejos de eso, hay muchos interesados en decir: pero si somos buenos, pero si no todos. Ya sabemos que no todos los hombres maltratan, violan, matan.
¿Hay muchos silencios cómplices?
No solo silencios cómplices, ahora hay muchos activos en la “queja cómplice”, en decir: las mujeres no nos entienden, nos acusan, los hombres no somos, yo no soy”. A esto me refiero cuando rompen el silencio cómplice, por un lado van culpabilizando a las mujeres porque se sienten incomprendidos y cuando no, van de héroes, pretendiendo que les reconozcas que ellos defendieron a una mujer o que no le pegan a la mujer. Entonces ahora tenemos que estar levantando monumentos a los hombres que no pegan, igual que a los que cambian el pañal.
En las asociaciones de hombres lo que encuentro son lloriqueos de “pobrecitos nosotros, no nos entienden y hay que trabajar por las nuevas masculinidades”, lo que me parece un absurdo total que distrae del papel que sí podrían cumplir en la prevención de la violencia. Yo tampoco soy como todas las mujeres, sin embargo, cuando estoy en la calle soy un cuerpo de mujer; nadie se para a ver mis ideas y por tanto, eso no me protege de ser agredida.
¿Cuáles son algunos de los desafíos que tenemos las feministas en el abordaje de la violencia?
Muchos. Revisarnos nuestras propias ideas, mecanismos de sensibilización y prevención; le hemos dado mucho énfasis al tema del amor, que es un elemento importante, pero hemos reflexionado menos sobre lo que es la atracción. Hay que deconstruir toda esa ideología del amor que hace mucho daño, estas ideas de que “por amor tengo que aguantar”.
Habría que ver cómo fomentamos el amor propio, el amor a una misma, ya que eso impediría el meternos en una relación violenta, pero sobre todo las feministas tendríamos que cuestionar esos modelos sociales de los hombres que son agresivos y atractivos, porque ¿cómo es que resultan tan atractivos hombres que son violentos?.
Qué decimos de todo eso que se teje en la atracción. Las chiquillas de 12 o 13 años que están empezando sus primeros pasos, lo que ven son modelos que se han construido sobre la base de asimilar al hombre fuerte, agresivo, que no se deja, que consigue lo que quiere y eso les parece el hombre ideal. Sobre todo lo que es la construcción social del enamoramiento, del amor, del deseo, de la atracción, de la elección, todo esto deben ser mecanismos de reflexión, de sensibilización y de prevención.
También tendríamos que revisar lo de poner en primer lugar la denuncia. Yo estoy a favor de la denuncia y que se empiece a hacer un tema policial-judicial, porque es la única manera como se va a combatir la impunidad, pero en ninguna parte del mundo tenemos sistemas judiciales que sean lo suficientemente ágiles y comprensivos para que garanticen la seguridad de las mujeres. La denuncia no se convierte en un elemento que garantice la seguridad de las mujeres, al contrario, en muchísimas ocasiones las pone en más riesgo porque no hay mecanismos ni recursos suficientes para protegerlas.
Yo estoy a favor de que ella actúe y en la actuación pueden ir muchas cosas, desde hablar con tus amigas, con tus hijos, con tus vecinos para que te lleven a analizar por qué quieres seguir con ese hombre. Si todas las mujeres denunciaran se podría actuar, aunque esa es también una de las mentiras, porque ¿qué capacidad tiene la policía para hacer seguimiento de todas las mujeres que ponen denuncia, si los juzgados están colapsados porque no pueden atender todo?; entonces, ¿de qué sirve la denuncia si no vas a tener un sistema policial-judicial que te resuelva?.
Pareciera que es muy fácil denunciar, cuando sabemos que es terriblemente difícil para las mujeres, por nuestra identidad, por las cuestiones materiales, por el enganche emocional, por dependencias de todo tipo, por el qué dirán, por la presión de la familia, de los hijos; es un camino súper difícil y parecería que la solución está en el ámbito de lo judicial. Pero siempre hemos dicho que la violencia tiene que ver con la desigualdad, no con el código penal.
¿Y con las jóvenes que hay que trabajar?
Las jóvenes están confundidas porque los modelos de atracción siguen siendo los mismos que los que tenía yo a mi edad. ¿Te acuerdas de la telenovela “Quinceañera” de los años 80 que causó mucho furor juvenil; en aquél entonces se hizo una encuesta de quién era el que más atraía, y era el violador; Pancho no resultaba atractivo porque era demasiado bueno y resultaba tonto, el otro era el que atraía a las chicas. El modelo de atracción era ese y sigue siendo ese hoy; parece que las chicas necesitan seguir sintiéndose protegidas. Eso no ha cambiado.
Pero en la época de Quinceañera no había una abierta sexualidad de las mujeres, había amores puros y castos; una sexualidad protegida y prohibida para las chicas; sin embargo, hoy el discurso sexual es bastante distinto, en ciertos sectores parece que la manera de triunfar de las chicas es acostándose con cuanto chico quieran y se los proponga; luego esta chica comienza a ser considerada como mala, como puta y resulta que no tienen los mismos derechos que el chico.
No ha cambiado el modelo de atracción, la doble moral, las conductas sexuales de las chicas siguen siendo más criticadas que las de los chicos; pero en cambio, las chicas tienen presión para no ser consideradas fresas o apretadas. Hay muchas chicas que no quieren, porque si tienen sexo con ese chico saben que va a hablar mal de ellas, por qué lo van a hacer a sabiendas de que ese no es alguien que te respeta, sino que va a ir a contárselo a sus amigos y eres una cruz más en el cinturón.
A las chicas les importa mucho porque están en plena construcción de su autoimagen, de su identidad, de sus deseos, de sus gustos y ahí se confunden muchísimo, porque en una pretendida modernidad siguen teniendo fuerza los modelos de atracción, de amor, del sueño que va a llegar el chico que te salva; y chocan con esta otra idea de la mujer moderna que controla su cuerpo y su sexualidad. No me extraña que se confundan y que la violencia puede que se incremente.
Con este panorama ¿qué rescatas?
Tendremos que seguir trabajando para que las mujeres pongan en un primer lugar su deseo de ser feliz, de respetarse, y que puedan defender eso y no otras circunstancias que las hacen seguir con un hombre que las maltrata. El que no salgan rápidamente de una relación, no es para desesperarnos ni decepcionarnos.
Las feministas hemos logrado la visibilización del problema de la violencia y que no se normalice aunque los hombres quieran normalizarlo o incluso las mujeres y las autoridades; siempre está el movimiento feminista para decir que no es normal que estén matando a tantas mujeres, y que las mujeres no se mueren, las matan, nos matan. Ahora tenemos declaraciones internacionales, movilizaciones masivas en todas partes del mundo, protestas y ese es un gran logro de las feministas.
En esos años quizá éramos muy jóvenes y sabíamos poco de la vida, cuando pensamos que con esto bastaba y no contemplábamos que la reacción de los hombres iba a ser tan fuerte. Yo por lo menos eso me digo a mí misma: yo sí creía sinceramente en la bondad humana y que la violencia es mala y que íbamos a avanzar mucho más rápido de lo que hemos avanzado, hasta que hace algunos años, tuve que comenzar a pensar que esto no era tan sencillo y darme cuenta que a los hombres les cuesta muchísimo y no están dispuestos de ninguna manera a renunciar al poder.
Después de escuchar los resultados de una encuesta en una universidad estadounidense, en la que les preguntaban a los chicos cuántos de ellos estarían dispuestos a violar a la cheerleader si supieran que iban a quedar impunes; una abrumadora mayoría dijo que lo haría. Es preocupante ver cómo opera en la fantasía masculina esto de: voy a hacerme por la fuerza, es decir violar; he empezado a pensar que no es tan fácil y que la reacción del sistema masculino es muchísimo más fuerte y más en contra de perder el control sobre las mujeres y por lo tanto de ejercer el poder sobre las mujeres.
Por eso yo digo que me voy a morir sin ver terminada la violencia contra las mujeres porque es funcional al sistema. Espero que las próximas generaciones, recogiendo lo que nosotras hemos hecho y reflexionado, puedan encontrar vías para que esto avance.
No veré el fin de la violencia, pero espero que no pasen más de diez generaciones sin que esto se termine.
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