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En nuestra recién edición de Cuerpos Sin Vergüenzas conversamos sobre lo que representa para las mujeres y feministas de Nicaragua el “Instructivo para casos de violencia, alimentos y protección especial de niños, niñas y adolescentes”, así como la liberación de reos que cumplían delitos de violencia psicológica, violencia patrimonial, intimidación o amenazas hacia las mujeres.

Nos acompañaron en cabina Wendy Flores, abogada y feminista del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos, CENIDH, y Luz Marina Torres, activista feminista del Colectivo de Mujeres 8 de Marzo e integrante del Movimiento Feminista de Nicaragua quienes nos compartieron los riesgos que trae para la vida de las mujeres las embestidas a la ley 779.

Sobre el instructivo

Después de entrar en vigencia en el 2012 la Ley 779, Ley Integral contra la violencia hacia las mujeres, las embestidas no han frenado. Para Wendy con estas reformas inconstitucionales lo que busca el Ejecutivo es aumentar la ruta de denuncia para disminuir las cifras de violencia contra las mujeres.

A opinión de Wendy, el instructivo ordenado a la Corte Suprema de Justicia (CSJ) desde el Ejecutivo, va contra lo establecido por la Ley, es arbitrario porque no puede reformarse el contenido de la Ley mediante un instructivo, por lo que considera que la CSJ está siguiendo el juego del Ejecutivo burlándose de la justicia.

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Violencia institucional

Luz Marina afirma que la recién embestida a la Ley 779 así como la liberación de reos es una muestra de irresponsabilidad estatal e institucional y de complicidad con los delitos de violencia machista.

“El reto es demandar que la Ley se cumpla”, afirma Luz Marina al expresar que desde los movimientos de mujeres y feministas seguirán exigiendo la legitimidad, que el Estado respete las leyes “hay que seguir denunciando en las instituciones, en los medios de comunicación, reconocer la Ley 799, salir a las calles”, manifiesta. También exhorta a las mujeres a defenderse de la violencia machista porque “No estamos solas”.

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EL PODER DEL AMOR… O EL AMOR AL PODER

En esta edición de Cuerpos sin-vergüenzas dimos por finalizada la temporada especial del amor, esta vez nos acompañaron Reinaisabel Velásquez y Alberto Sanchez para reflexionar sobre como se gestiona el poder en todos los tipos de relaciones amorosas, así mismo reflexionamos de dónde hemos aprendido esas narrativas sobre el amor y qué cuerpos están en desventaja en esta forma de experimentar el sentimiento amoroso.

Reinaisabel afirma que “el amor es un sentimiento, pero que también es una capacidad y en medida que el amor pasa por los cuerpos de hombres y mujeres nos damos por enteradas de que tanto poder tiene el amor en nuestras vidas, pues hay en esta lógica oprimidos y opresores, y en este sentido salen perdiendo más las mujeres.”

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Alberto enfatizó en que el significado de la palabra yo te amo ha tenido un uso abusivo y que a la vez tiene diferentes significados, “puede significar me gustas mucho, yo te amo significa quiero tener sexo con vos, yo te amo puede también significar no te vayas porque tengo miedo a estar solo, porque con vos me siento mejor (…) Funcionamos bajo una premisa falsa, pensamos que cada cabeza entiende igual el significado del amor y ya desde ahí tenemos un problema”.

A pesar de que existe desde el feminismo un proyecto constante de re-inventar la manera en que hemos aprendido el amor y hay múltiples talleres en los que hombres y mujeres de todas las edades han reflexionado sobre las consecuencias que tiene el amor romántico en sus vidas, en el día a día las relaciones amorosas son un lugar donde la violencia hacia las mujeres se sigue practicando.

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Si querés escuchar la edición completa de esta edición podés hacerlo en el link de abajo.

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QUIEN SABE HACER EL AMOR CONTROLA SUS CELOS

Managua, diciembre 2015

Por María Teresa Blandón

Cada año y desde hace una década el Programa Feminista La Corriente organiza ciclos de formación con adolescentes y jóvenes de ambos sexos, durante los cuales hablamos de derechos sexuales y reproductivos,  incluyendo el análisis de la violencia machista como uno de los principales obstáculos para el ejercicio de los mismos.

En los grupos de mujeres jóvenes de manera invariable nos enfrentamos a la brutal realidad de la violencia que muchas de ellas han sufrido desde la infancia. Humillaciones de todo tipo, amenazas, golpizas, hostigamiento sexual, violación forman parte de una experiencia traumática que cargan en sus jóvenes cuerpos.

El dolor, el miedo, la impotencia y la rabia se mezclan en esos jóvenes cuerpos que buscan en los espacios de reflexión feminista un punto de apoyo, una explicación que les permita entender-como si esto fuese posible- el porqué de la brutalidad de muchos hombres contra las mujeres; y de los silencios de muchas mujeres frente a estas agresiones perpetradas por padres, padrastros, hermanos, tíos, abuelos, novios, amantes, maridos.

En este relato contado a viva voz, todo ocurre en el silencio, están ellas -las víctimas-  y los agresores en medio de familias hostiles, indiferentes, incapaces de reaccionar frente a los agresores; por ningún lado se menciona al estado, las iglesias, los medios de comunicación, las organizaciones comunitarias.

Es como si las jóvenes hubiesen aprendido tempranamente que ser mujer es igual a soportar los abusos de poder perpetrados por hombres que, por razones que no pueden entender, gozan de un sinnúmero de privilegios, que incluyen el permiso de agredir a las mujeres, permiso que empieza en la propia familia y se extiende al conjunto de la sociedad.

Es como si las jóvenes aprendieran desde niñas que sus cuerpos no les pertenecen y que por alguna extraña razón estos cuerpos pueden ser utilizados para el “entrenamiento” y entretenimiento de los machos agresores.

Es como si tempranamente aprendieran estas jóvenes que le deben fidelidad a “la familia” y que ello debe traducirse en el silencio, en el aguante e incluso en el mandato de perdonar a quienes nunca se han arrepentido por las agresiones perpetradas.  La familia en nombre de la “unidad” obliga a las víctimas a ofrecer su propio cuerpo como prueba de lealtad, renunciando a cualquier tipo de denuncia y reparación frente al daño provocado por los agresores.

Es como si estas familias en  donde se agrede a niñas, adolescentes y jóvenes se asumieran con derecho pleno sobre sus cuerpos y se colocaran por encima de las convenciones éticas y jurídicas que prohíben cualquier forma de violencia contra las mujeres; es decir, como si la ley no aplicara para los hombres que tienen vínculos sanguíneos y/o de afinidad con las niñas y las mujeres a quienes agreden, actuando como si fueran sus dueños.

Es como si el Estado se desvanece cuando de la violencia machista se trata, ocultándola, relativizándola, justificándola. El Estado y la ley actúan honrando a “la familia” en donde reina la autoridad del padre, proclamándola el núcleo fundamental de la sociedad, tal y como lo establece el nuevo código de familia en Nicaragua.

Es como si los líderes religiosos enseñaran a las niñas que ni el poder de dios es suficiente para salvarlas del suplicio de la violencia machista, porque los agresores tienen más poder, tanto que no son reprendidos por la moral religiosa, ni llevados ante la ley para responder por las faltas cometidas, tampoco son excomulgados, ni amenazados con el fuego del infierno como si ocurre con las mujeres que interrumpen un embarazo o que desacatan el mandato de la heterosexualidad.

Sin ley que haga justicia y sancione a los agresores, sin familias que eduquen para la igualdad, sin dios que proteja a las víctimas, es inevitable preguntarnos con quienes cuentan las niñas, adolescentes y jóvenes para sobrevivir frente a las agresiones, para sanarse, para recuperar las ganas de vivir y la confianza en los seres humanos.

Del dolor y del coraje que provoca estas violencias contra las mujeres, es que las organizaciones feministas de Nicaragua hemos sacado fuerzas para acompañar a las víctimas, denunciar a los agresores y demandar al Estado el cumplimiento de sus responsabilidades, si bien somos conscientes de los límites que tal pretensión tiene.

Y como prueba un botón. Por iniciativa de un conjunto de organizaciones de mujeres lideradas por el Movimiento de Mujeres María Elena Cuadra,  a mediados del año 2012 fue aprobada la Ley Integral contra la violencia hacia las mujeres, la cual fue rápidamente reformada y finalmente distorsionada a través de un reglamento que coloca la “unidad familiar” por encima del derecho  de las mujeres a vivir libres de violencia.

Se confabularon en esta trama misógina el actual partido de gobierno, la jerarquía de la iglesia católica, iglesias evangélicas de corte fundamentalista y medios de comunicación,  principales artífices de una campaña en contra de la recién aprobada ley y gestores de un reglamento ilegal que sin embargo, constituye el principal soporte del accionar de la Policía Nacional y del poder judicial.  Este ilegal artificio ha sido utilizado por el Estado y sus instituciones para encubrir el verdadero impacto que la violencia machista tiene sobre la vida de las mujeres, así como, para ensalzar supuestos valores de unidad y reconciliación.

La deliberada complicidad del Estado con la violencia machista pone en evidencia lo que desde su origen ha venido enunciando el movimiento feminista nicaragüense a saber, que el poder que se ejerce tanto en el espacio público como en el privado, está determinado por unas lógicas que construyen y reproducen las masculinidad como poder de dominio sobre las mujeres y la feminidad como inferioridad y sometimiento de las mujeres. Más allá de las diferencias de clase, etarias o étnico racionales, todas las mujeres estamos expuestas a sufrir en carne propia alguna tipo de agresión por parte de hombres.

La complicidad que amplios sectores de la sociedad nicaragüense y el Estado tienen con la violencia machista devela los límites estrechos de las convenciones internacionales para prevenirla y sancionarla; seguir denunciando y demandando, a la vez que aprendemos nuevas formas de defensa frente a las agresiones y los agresores, continúan siendo parte de los desafíos de todas las mujeres.

Las feministas de nuestro país y de los otros países de Centroamérica y América Latina no hemos escatimado esfuerzos para enfrentar todas las violencias que sufren las mujeres a manos de hombres, a través de campañas de sensibilización, encuentros de reflexión, movilizaciones públicas, elaboración de iniciativas de ley, instalación de albergues para mujeres en situación de extrema vulnerabilidad, acompañamiento legal y psicológico a las víctimas, capacitación a funcionarios de las instituciones públicas, documentación de la prevalencia de la violencia entre otras iniciativas, pero seguimos bastante solas en este empeño.

Frente a la persistencia de la violencia machista, sexista, misógina y racista, cada vez resulta más evidente la necesidad y la urgencia de cuestionar todo ejercicio  poder que reproduzca masculinidades basadas en la prepotencia, en la arrogancia, en la falta de autoconsciencia, en la falta de empatía y el arribismo de los agresores que actúan tanto en el plano individual como desde los lugares del poder público, arropados con la complicidad de la ley que sostiene el poder patriarcal.

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¡Nuestros cuerpos contra todas las violencias!

Un 25 de noviembre de 1960 fueron asesinadas las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal por la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana. En su memoria, en 1981 durante el Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, se decidió establecer el 25 de noviembre para levantar nuestras voces en contra de la violencia de género que afecta a millones de mujeres en la región y en el mundo entero.

En 1993 Las Naciones Unidas respondieron a las demandas de las mujeres, declarando el 25 de noviembre como el Día Internacional de lucha contra la no violencia hacia las mujeres.   En Nicaragua cada año salimos a las calles para recordarle a la sociedad y al Estado que la violencia es una grave violación a nuestros derechos humanos y que todas y todos tenemos la responsabilidad de prevenirla, sancionarla y erradicarla de nuestras vidas.

En esta edición de Cuerpos Sin Vergüenzas platicamos sobre la conmemoración del 25 de noviembre con Luz Marina Tórrez, fundadora y coordinadora del Colectivo de Mujeres 8 de Marzo,  de la Red de Mujeres contra la Violencia y del Movimiento Feminista de Nicaragua y con Dolly Mora, activista feminista miembra de AMTC y del Movimiento Feminista de Nicaragua.

Las calles son nuestras

Luz Marina y Dolly coinciden en que la marcha del 25 de Noviembre transmitió el mensaje al Estado y  a la sociedad que ¡Las calles son nuestras! Ambas expresan que hubo gran participación de mujeres autoconvocadas, activistas feministas que por muchos años han realizado esfuerzos conjuntos para colocar el tema de la violencia machista en la agenda pública.

Dolly señaló que la violencia afecta toda la integridad de las mujeres en la casa, la calle, el trabajo, y opina que la gente ya está nombra y caracteriza estas formas de violencia que se comenten contra las mujeres.

Luz Marina añade que este 25 de noviembre pudimos decir “¡Aquí estamos, no nos vamos a quedar calladas  frente a las arbitrariedades que sufren las mujeres!

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La responsabilidad de los hombres y el Estado

Dolly manifestó que el gobierno quiere manejar el tema de la violencia como algo privado, que solo ocurre en el hogar; por su parte, Luz Marina denuncia la violencia institucional, señala que no existen estadísticas en cuanto a denuncias de violencia y las tipificaciones de femicidio están manipuladas a costa de una imagen internacional de ser un país seguro, que lo que existen son discursos oficialistas que hablan de una falsa disminución de la violencia contra las mujeres.

En cuanto a la responsabilidad de los hombres en poner freno a la violencia machista, Luz Marina destaca que es una pena cuando estos vienen con un discurso de víctimas del patriarcado porque “somos las mujeres quienes hemos soportado torturas históricamente”. Dolly argumentó que “los hombres  mientras no asuman su responsabilidad son hipócritas porque se hacen las víctimas de la violencia que ejercen sobre los cuerpos de las mujeres. Hay que evidenciarlos en el espacio que sea”.

¡Ni un paso atrás!

Luz Marina afirma que erradicar la violencia es responsabilidad del Estado, de los hombres y de la sociedad “Si las mujeres podemos decir alto, los hombres que comiencen a pensar que hay mucho que trabajar para recompensar sus vidas”, dijo.  Insta a las mujeres y feministas a articular esfuerzos conjuntos, a defendernos de las violencias machistas, construir redes de solidaridad, denunciar en los medios, en las redes sociales, la calle, seguir evidenciando las fechorías del Estado y a defendernos como defensoras de DDHH. Dolly también reivindica el derecho a defendernos y enunció que “hay mujeres que por la defensa hoy no están muertas”.



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Nuestros cuerpos contra todas las violencias

“La educación sexista pone particular atención en la educación de la agresividad (…) desde pequeñas y pequeños se empieza a educar, a permitir que los niños varones expresen esta agresividad en forma de daños hacia otras personas”, afirma Norma Vázquez, psicóloga y terapeuta feminista, especialista en violencia de género, en una entrevista para Cuerpos Sin-Vergüenzas, donde comparte reflexiones necesarias sobre las causas estructurales de las violencias machistas/sexistas. Dejamos al alcance de todas y todos esta plática, en el marco del 25 de Noviembre, Día Internacional de lucha contra la violencia hacia las mujeres.



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¡ESTE CUERPO NO SE TOCA, NO SE VIOLA, NO SE MATA!

En el marco de la conmemoración del Día Internacional de lucha contra la violencia contra las mujeres, en esta edición de Cuerpos Sin-Vergüenzas conversamos con Fátima Millón, activista feminista del Centro de Mujeres ISNIN y Juanita Jiménez, abogada feminista del Movimiento Autónomo de Mujeres, sobre una de las manifestaciones más extremas de violencia contra las mujeres: Los femicidios, que en lo que va del 2015 ha cobrado la vida de 50 mujeres asesinadas con saña.

La muerte de mujeres por razones de odio

La aprobación en el 2012 de la Ley 779, Ley integral contra la violencia hacia las mujeres, fue el resultado del trabajo de más de 30 años de las organizaciones y redes feministas de Nicaragua en la lucha por lograr que la violencia machista saliera del ámbito privado y fuera reconocida como una grave violación a los derechos humanos de las mujeres.

La Ley 779 consiguió tipificar el delito de femicidio, que en palabras de Juanita es la expresión extrema de odio hacía las mujeres que ocurre mediante un ejercicio de poder tanto en el ámbito público como privado, que a como mencionó Fátima, este avance histórico por los derechos de las mujeres constituyó un logro significativo.

Las embestidas a la 779

Juanita enunció que el mensaje social tras cada femicidio es el del sometimiento de los cuerpos de las mujeres. A pesar de la gravedad que constituye el problema de la violencia contra las mujeres en Nicaragua, la Ley 779 sufrió una primera embestida al obligar a las mujeres a mediar con sus agresores a través de reforma aprobada en la Asamblea Nacional.

DSC_0185El siguiente atropello fue el Reglamento a la Ley 779, mediante el Decreto No. 42 – 2014. Fátima opinó que “el reglamento vino a contradecir la 779” porque un reglamento no puede estar sobre el contenido de una Ley.

Juanita manifestó que desde el Movimiento de Autónomo de mujeres han denunciado internacionalmente el retroceso en materia de derechos humanos de las mujeres “el reglamento contradice la Ley y los compromisos internacionales, como el convenio Belém do Pará del que Nicaragua es subscriptora.”, dijo.

Falsear la realidad de las mujeres

Fátima denuncia que desde el Estado la prevención es nula, se carece de campañas educativas, que lo que se promueve es la unidad familiar a costa del aguante de las mujeres y desde las instituciones se sigue experimentando retardación de justicia, lo que para Juanita representa una  promoción de la impunidad.

Juanita explicó que detrás de las embestidas a la 779 persiste el interés político de invisibilizar la magnitud de las manifestaciones de la violencia extrema hacia las mujeres, “está el interés en falsear la realidad, no querer reconocer crímenes de mujeres por ser mujeres”, añadió, porque de esta manera no se atenta contra la campaña de mostrar internacionalmente que Nicaragua es el país más seguro de la región.

A ese posicionamiento de Nicaragua como un país seguro, se le atribuye el el hecho que las cifras de femicidios que reporta la Policía Nacional no coincidan con las que registran los observatorios de redes de mujeres y feministas en Nicaragua, agregó Fátima y el resultado es un “continuum de la violencia”, indicó Juanita.DSC_0182

Los desafíos

Fátima señala que es necesario continuar las acciones de trabajo comunitario con mujeres y continuar exigiendo al Estado garantías del derecho a la vida y salud para todas las mujeres. Juanita insta a seguir desarrollando campañas para romper el silencio tanto las mujeres que sufren violencia y la sociedad que calla frente a estos abusos de poder.

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