La violencia hacia las niñas, las jóvenes, las mujeres en general está en el origen de la creación del Estado nicaragüense. Vino de la mano de la colonización española. Conjuga el racismo y la misoginia.

La violencia hacia las mujeres ocurre en millones de hogares nicaragüenses, en los colegios y universidades, en los centros de trabajo, en las instituciones del Estado, en los partidos políticos, en las calles, en todos lados.

La violencia machista o de género, cómo ha sido nombrada, tiene múltiples expresiones, pero todas ellas cumplen el mismo propósito: perpetuar la subordinación de las mujeres y con ello sostener los privilegios masculinos que operan en todos los ámbitos de la vida.

Por eso las feministas hemos afirmado que la violencia de género en una expresión de poder que se basa en la desigualdad entre hombres y mujeres.

Desde hace más de cuatro décadas y de forma ininterrumpida las organizaciones de mujeres y las feministas nicaragüenses han venido denunciando la gravedad de la violencia machista y demandado al Estado una respuesta integral para prevenirla y castigarla. La respuesta particularmente durante los últimos 12 años, ha sido la estigmatización y la exclusión por parte del régimen Ortega-murillo quien, en alianzas con los sectores más conservadores de la sociedad, se ha empeñado en reinstalar un manto de impunidad.

En el marco del 25 de noviembre, como todos los años, en Cuerpos Sin – Vergüenzas hablamos sobre este grave problema que afecta al conjunto de la sociedad, si bien son las mujeres las que en la mayoría de los casos ocupan el lugar de las víctimas y los hombres el de los agresores.

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