Durante 12 años la dictadura Ortega-Murillo ha impuesto los colores chillones primero y rojinegro después, como sinónimos de nación, en un intento por desplazar los tradicionales símbolos patrios. A partir de la insurrección de abril del 2018 el himno, la bandera azul y blanco y las marimbas se convirtieron en símbolo de resistencia y unidad.

En el afán de debilitar la fuerza cohesionadora de los tradicionales símbolos de la “patria”, el régimen Ortega-Murillo llegó a cometer actos verdaderamente absurdos como enviar a los antimotines a reventar globos azul y blanco, borrar pintas en las paredes, apresar a un vendedor de banderas en León y sentenciarlo a cinco años de cárcel, capturar a una señora que suele ir a las marchas vestida con un traje típico con los colores de la bandera.

Admitiendo su derrota en el afán de arrebatar los símbolos patrios al movimiento nacional que demanda justicia y un cambio de gobierno, en ocasión de la celebración de las fiestas patrias, el régimen ha orientado el uso de las banderas azul y blanco junto a la rojinegra que ha predominado en las instituciones del Estado; sumado a una retórica que proclama “patria para todos” y “amor a Nicaragua”.

Para hablar de esta inédita experiencia en la historia de Nicaragua, en donde los símbolos patrios están en el centro de la crisis socio-política, en esta edición de Cuerpos Sin – Vergüenzas nos acompaña Luciana Chamorro, antropóloga, investigadora y docente universitaria.

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