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Las redes sociales son -como casi todo- lugares discursivos en disputa. Así como nos han permitido acercarnos a diversas realidades y compartir aspiraciones para la transformación de nuestras sociedades, nos exponemos a la exposición descarnada de todo tipo de mensajes que alientan la intolerancia y la violencia.

Los discursos de odio contra lesbianas, homosexuales, personas trans y no binarias, que circulan en las relaciones cotidianas, han encontrado en las redes sociales un lugar privilegiado para ampliarse de manera exponencial. Los creadores de contenidos muchas veces amparados en el anonimato que permiten las normas impuestas por las grandes empresas que controlan el espacio digital, lucran de la violencia que ejercen hacia los cuerpos disidentes.

A pesar de todo, quienes trabajan por erradicar todas las formas de violencia también han sabido utilizar las ventajas que ofrecen las redes sociales para difundir mensajes responsables que permiten entender no solo el impacto que los discursos de odio tienen sobre personas concretas-llegando muchas veces al suicidio-, sino, construir nuevas narrativas que abonan a la construcción de sociedades libres de homolesbotransfobia.

Aunque todavía nos falta mucho camino por recorrer, existen valiosas iniciativas de activismo digital desde donde se denuncia la violencia, se brinda apoyo a las víctimas directas y se comparten diversas iniciativas para la defensa de los derechos de la población LGTBQ+. Este podcast es una muestra de tales esfuerzos.

El feminismo ha colocado la maternidad en el centro de los debates públicos, estableciendo una clara relación entre cultura, economía y política con el ejercicio de la maternidad. Es decir, que la maternidad no es un hecho “natural” que les ocurre a todas las mujeres, sino que responde a determinadas expectativas sociales que pasan por alto no solo el deseo de las mujeres, sino las condiciones en que se puede ejercer la maternidad.

“Ser mamá, es darlo todo sin esperar nada a cambio”, es una frase que solemos repetir como una especie de código para entrar en el reino de las buenas madres, esas que merecen el reconocimiento de la sociedad por renunciar a sí mismas y convertirse en un medio para la realización de otros.

Más allá de hay muchas mujeres que están dispuestas a realizar ciertos sacrificios por el bienestar de sus hijos e hijas, la critica feminista está orientada hacia esta forma de organización de la reproducción y el cuidado de la vida, que deja en manos de las mujeres toda la responsabilidad.

Ni el estado, ni las empresas, ni las organizaciones sociales están pensadas para participar y asegurar el bienestar de las criaturas, precisamente porque han “delegado” en las mujeres todo el trabajo de cuidados, a costa de su propio bienestar.

Peor aún, ni siquiera los hombres participan en la misma proporción que las mujeres en el cuidado de las hijas e hijos dependientes; por el contrario, en demasiadas ocasiones renuncian a sus responsabilidades paternas tanto en términos afectivos como materiales.

El feminismo aboga por una maternidad libremente elegida, pero también por maternidades socialmente asumidas, de tal manera que las mujeres no se vean obligadas a elegir entre maternidad y bienestar.

En este podcast conversaremos sobre la maternidad vista desde la experiencia de dos feministas que han reflexionado sobre esta experiencia vital que acompaña a todas las mujeres.

Estamos en mayo y el comercio nos recuerda que ya comenzó el mes de la madre. De espaldas a la crisis que vive el país, nos invitan a comprar el “mejor regalo para mamá”, como si ello fuese la principal prueba de amor que hijas e hijos pueden entregar a sus madres, provocando con semejante presión no pocas frustraciones. ¿Y si estamos en el desempleo? ¿Y si solo ganamos el salario básico? ¿Y si tenemos otras urgencias, como comprar la comida que cada día esta más cara?

En todo caso, no será desde el marketing y la publicidad que lograremos hablar de lo que significa la maternidad en la vida de las mujeres, sino desde una recuperación sincera de sus experiencias que como ya hemos dicho en otras ocasiones, está plagada de claroscuros.

Desde el momento en que una mujer por voluntad propia o por presión social se embarca en un proyecto de maternidad, está segura que su vida cambiará de manera radical. Dichos cambios pueden ser más o menos difíciles teniendo en cuenta diversos factores que incluyen aspectos tales como la edad, los niveles de educación, los recursos de que dispone, la existencia de redes de apoyo entre muchos otros factores.

Tomando en cuenta la creciente realidad de la migración de nicaragüenses, en este podcast conversaremos sobre las mujeres que son madres y que deciden migrar en busca de alternativas laborales que les permitan satisfacer las necesidades básicas de sus dependientes y también, de las mujeres que se quedan al cuidado de sus hijos e hijas.

Las madres migrantes son conscientes de las consecuencias que la separación trae en términos emocionales, sin embargo, como en muchos otros ámbitos de la vida, se ven obligadas a elegir entre la estabilidad que proporcionar la convivencia cotidiana y el bienestar presente y futuro de sus hijos e hijas.

En esa disyuntiva las mujeres que migran depositan en otras mujeres generalmente de la familia las tareas de cuidado de sus hijas e hijos, a la vez que cuidan de hijos de mujeres/parejas en los países de recepción.

¿De qué manera se organizan los sistemas de cuidado en que participan las mujeres que migran y quienes se quedan? ¿Qué implicaciones tiene para ambas estos cambios drásticos en sus vidas? ¿Existen otras opciones en países como Nicaragua donde la mayoría de la población está desempleada o gana salarios mínimos que nos permiten comprar ni la mitad de la canasta básica ¿Como cambian los significados y las prácticas de la maternidad en tiempos de migración? De eso vamos a hablar.

En este podcast hablaremos sobre el lesbianismo, una palabra que ha sido ocultada, silenciada, despreciada, innombrada, con el fin de negar lo que todo el mundo sabe: que, desde el inicio de los tiempos, hay mujeres que desean a otras mujeres, que se enamoran, que hacen vida de pareja, que en muchos casos quieren formar una familia.

Desde el 2008 y como iniciativa de colectivos de lesbianas, en diferentes partes del mundo se conmemora el 26 de abril como día de la Visibilidad Lésbica con el objetivo de contrarrestar los discursos de odio y la discriminación que sufren las mujeres lesbianas y afirmar su derecho a vivir fuera de los mandatos heterosexuales.

Este día también conmemoramos la fuerza de aquellas lesbianas que en el pasado y en la actualidad han desafiado los sistemas de vigilancia y de castigo, dando enormes contribuciones en este afán de recuperación de nuestros cuerpos para nosotras mismas.

En la mayoría de países centroamericanos si bien las relaciones entre personas del mismo género no están penalizadas, prevalece múltiples formas de discriminación que operan tanto en la vida cotidiana como en las políticas públicas.

En Nicaragua, el código de familia aprobado en el 2013 excluye a lesbianas y homosexuales quienes no cuentan con el reconocimiento del Estado, profundizando de esta manera la exclusión. Así mismo, prestadores de servicios públicos de salud no cuentan con educación sexual necesaria para comprender y atender las necesidades específicas de las lesbianas.

En escuelas prevalece el acoso, la estigmatización, las burlas y el menosprecio a las adolescentes y jóvenes que se reconocen o que se presumen, son lesbianas. Estos prejuicios se reproducen ante la ausencia de programas de educación sexual que eduquen tanto a docentes como estudiantes en el reconocimiento de la diversidad de experiencias y posibilidades en el ámbito de la sexualidad

El Observatorio de violaciones a derechos humanos de personas LGBTIQ+ que realiza La Corriente reportó entre 2021 y lo que va del año 2023, 17 actos de discriminación incluyendo acoso laboral y violencia sexual cometidos en contra de mujeres lesbianas. Estos hechos cotidianos que en la mayoría de los casos no son denunciados, ocurren tanto en el seno de las familias, como en otros espacios de socialización.

Reconocer el derecho de todas las mujeres a elegir como quieren vivir su sexualidad es un indicador de sociedades democráticas, inclusivas, abiertas a la diversidad de experiencias y posibilidades. Por ello seguiremos luchando para erradicar todas las formas de discriminación hacia las lesbianas.

A veces resulta increíble que haya transcurrido cinco años desde aquel abril que no solo reabrió viejas heridas de la sociedad nicaragüense, sino que nos regresó la esperanza y la fuerza para trabajar por las transformaciones democráticas que nos merecemos. Abril tiene muchos significados: es dolor, pérdidas, rupturas, pero también es rebeldía, esperanza, encuentro, diálogo, conciencia colectiva.

A pesar de la impunidad con que actúa la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo que ha convertido a todos los poderes de estado en súbditos y rehenes y barrido con todas las formas de organización de la sociedad civil, el exilio nicaragüense que es diverso y plural, ha logrado sortear toda clase de obstáculos para continuar denunciando la violación de derechos humanos y organizando la resistencia.

Para las activistas feministas el exilio ha significado un proceso acelerado de reorganización de la vida cotidiana, búsqueda de fuentes de sobrevivencia y reconstrucción de nuevas formas de organización de la acción colectiva.

En este podcast conversaremos con activistas jóvenes nicaragüenses en el exilio como parte de la apuesta que CSV tiene con la memoria colectiva del movimiento feminista nicaragüense, actor imprescindible en la lucha contra las dictaduras a lo largo de la historia de Nicaragua.

Beatriz fue una joven salvadoreña que vivía en una comunidad del sureste de El Salvador a quien el
Estado le negó un aborto terapéutico. Dos años antes había enfrentado un embarazo de alto riesgo
como consecuencia del lupus eritematoso y anemia. Luego el parto se complicó debido a una
preeclampsia.

Cuando quedó embarazada por segunda vez especialistas advirtieron a Beatriz que corría riesgo de
morir, por lo que ella presentó una demanda de amparo ante la Sala Constitucional de la Corte de
Justicia para que le permitieran un aborto terapéutico, en un país donde el aborto está totalmente
penalizado.

Beatriz estuvo hospitalizada durante 81 días hasta que le practicaron una cesárea a las 26 semanas
de embarazo, aun a sabiendas que el feto era anencefálico, es decir, sin ninguna posibilidad de vida
extrauterina.

Diez años después de que el Estado salvadoreño negara a Beatriz un aborto, la Corte
Interamericana de Derechos Humanos sesiono los días 22 y 23 de marzo en San José, Costa Rica,
para evaluar «la responsabilidad internacional de El Salvador por la violación de los derechos a la
vida, integridad personal, garantías judiciales, vida privada, igualdad ante la ley, protección judicial y
derecho a la salud» de Beatriz.

En este podcast conversaremos con Morena Herrera, de la Agrupación Ciudadana por la
Despenalización del Aborto en el Salvador, sobre los resultados de esta sesión y las implicaciones
que la sentencio de la Corte Interamericana de Derechos Humanos tiene sobre los derechos
reproductivos de las mujeres en la región.